Algunos disfrutan echar sal a sus heridas y escarbar en ellas, mientras que otros prefieren mantenerlas a salvo de todo lo que incorpore algo asimilable al dolor a sus organismos. Ambos casos se apegan a la norma, a lo esperable, a la dicótoma eterna. El problema lo tiene aquellos que no se sienten a gusto ni viviendo el dolor ni evitándolo, ellos que solo saltan de un lado a otro buscando escapar de la inanidad que tarde o temprano los alcanza. Ni la pasibilidad del bien ni el arrebato místico del mal los calma. Ellos destruirán el presente, ellos construirán el futuro.
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